martes, 1 de febrero de 2011

SAMI NAÏR

Sami Naïr nació en Francia en una familia de origen argelino .Es filósofo, sociólogo, politólogo, catedrático de Ciencias políticas en la Universidad de París VIII. En Sevilla, en la Universidad Pablo de Olavide, dirige un departamento con el nombre de Centro Andalusí del Mediterráneo.
El fragmento que os reproduzco está sacado de un librito cuyo título es “Diálogo de culturas e identidades”. (Editorial Complutense, Madrid, 2006). En él se enfrenta a los que sostienen la visión del "choque" de civilizaciones como la de S. Huntington.

¿QUÉ HACER FRENTE AL CULTURALISMO?

… debemos demostrar que el discurso del “choque” de las civilizaciones tiende a impedir el diálogo intercultural para imponer la dominación brutal. Por supuesto, esto no significa que no haya valores universales. Existen y fundamentan nuestras creencias en el progreso humano, en la emancipación de los individuos. Pero son creencias, no sustancias en sí. Creemos en la libertad del ser humano, en su igualdad, y esperamos su solidaridad. En nombre de todos estos conceptos, podemos defender los derechos humanos, la democracia, etc. Pero es una violación intolerable del contenido mismo de estos conceptos, intentar imponerlos por la fuerza, antónimo de la libertad.
…para afrontar la diversidad cultural del mundo, debemos plantear la cuestión de la “educación para la tolerancia”. ¿Qué significa hoy educar para la tolerancia frente a estos discursos? Significa principalmente dar legitimidad a la pluralidad de las culturas del mundo, y esto no es tarea fácil. No supone compartir estas culturas, aprobarlas, sino sólo reconocer su legitimidad en función de la historia propia de cada pueblo. No afirmar que una cultura es superior o inferior, sino aceptar simplemente que es diferente. Cada uno puede suponer que su propia cultura es la principal, pero no tiene el derecho de imponer esa creencia… Y cada uno tiene el derecho a ensalzar sus valores o creencias, pero eso no debe impedir el reconocimiento y el derecho de cada otro a creer y pensar en función de sus valores diferentes. Para educar en la diversidad, hay que aceptar el encuentro, aprender el lenguaje del otro, correr el riesgo de la confrontación, juzgar al otro no en relación conmigo sino a partir de sus propios criterios. Las medidas para juzgar la otra cultura no se encuentran en mi propia cultura, se encuentran en esa cultura. Si quiero juzgarlas tengo que entrar en su interior: lo que veo desde fuera como un crimen se puede interpretar de manera totalmente diferente visto “dentro” de esa cultura. También, por fin, afrontar en el encuentro cultural los problemas pendientes. Hablar francamente de lo que divide, opone y produce conflicto, y ver, más allá de los conflictos culturales, los problemas escondidos (económicos, políticos, sociales).

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