lunes, 16 de febrero de 2009

8. Un alto en el camino

Creo que ha llegado el momento de hacer un resumen de lo que, hasta ahora, se ha escrito en este blog.

En el primer documento, aclaraba cuál es el objeto del debate, cuyo título es ¿Somos iguales los hombres y las mujeres? Hubiera sido más claro plantearlo de la siguiente forma: ¿somos iguales los hombres y las mujeres o somos diferentes? Como un grupo tiene que defender el “sí” y el otro el “no”, lo dejamos tal como hasta ahora lo hemos venido planteando. Lo importante aquí es la distinción entre lo que serían diferencias naturales y diferencias culturales. (Os recomiendo si alguien no lo tiene claro que lea este primer documento).

El breve texto de J. S. Mill (documento nº 2) , echa la culpa de la “inferioridad” de la mujer a la falta de libertad para autodirigirse. Si la mujer –dice Mill- hubiera gozado de la misma libertad que el varón, “… no habría ninguna diferencia importante, o incluso ninguna diferencia en absoluto en su carácter y aptitudes”

El documento 3 (Kant), por el contrario, pone el énfasis en las diferencias entre el hombre y la mujer. Deja bien claro que, a su juicio, estas diferencias no son culturales sino naturales. Precisamente, la educación ha de tener en cuenta estas diferencias para que cada sexo reciba lo que sus respectivas naturalezas demandan. Las cualidades propias son la inteligencia , lo profundo, la seriedad, lo sublime, en el varón; y el gusto , la ternura, la delicadeza, lo bello, en la mujer. Esta oposición es la causa de la atracción entre los sexos y tiene como finalidad formar “una persona moral única”.

Montserrat Roig (el documento que debiera tener el nº 4) critica a una buena parte de los científicos por verter sobre sus investigaciones sus prejuicios machistas. De una u otra manera, llegaron a la conclusión de la inferioridad intelectual de la mujer con respecto al varón. En ellas, decían algunos, domina el sentimiento frente a la razón. No todos los científicos han pensado de igual manera. Para este grupo, lo único diferente en nosotros es la fisiología. Cita los trabajos de la famosa antropóloga Margaret Mead que descubrió que en otras culturas las mujeres tenían un comportamiento similar al del hombre occidental.

“También cambian los hombres” (documento 5) es el título que puse a un artículo (que, por cierto está, en parte, repetido) de un diario de Tucumán. En él se describe a un nuevo hombre: cuida de los niños y comparte las tareas del hogar, manifiesta sus sentimientos, llora, cuida de su salud, acude al gimnasio, usa productos de belleza y se anima a ir al quirófano para mejorar su estética.

Una feminista (Mariví González) no está de acuerdo con que escribiera que de igual manera que la mujer se ha ido masculinizando, el hombre se ha ido feminizando. Con ello quiero decir que los roles masculino y femenino se han ido acercando, no sólo en las tareas del hogar o profesionales , sino en la conductas y la expresión de los sentimientos.

“Guapas, cariñosas…” (documento 6) . Si en el documento anterior hablábamos de un nuevo hombre, aquí parce que se retrocede al hombre tradicional. Un hombre que estaría asustado ante una nueva mujer competitiva, independiente, exigente, segura de sí misma… (¿os dais cuenta de que estos rasgos formaban parte del rol hombre?) Y algunos hombres, “¿añorantes de los viejos buenos tiempos del dominio total? (se pregunta el autor del artículo) lo que quieren son mujeres sumisas y complacientes de otras culturas.

Del último documento, hasta ahora, lo que resaltaría es la afirmación de que somos andróginos (¡qué mal suena!), lo que la autora presenta como un ideal : la posibilidad de alcanzar las dos partes de la propia personalidad, masculina y femenina. Sin embargo, Friedan afirma su convicción de que hombres y mujeres somos diferentes.

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