lunes, 18 de enero de 2010

LA REBELIÓN DE LAS MASAS

Es uno de los libros más famosos de Ortega y Gasset. Creo que es de lectura obligatoria si queremos saber en qué mundo vivimos. O, para ser más amables y menos categóricos, en qué mundo podríamos estar viviendo. En el libro, sostiene Ortega que la característica de este tiempo (el libro fue escrito en 1927) es el triunfo de la masa sobre la élite. No, no saquéis conclusiones precipitadas. La élite no es la aristocracia de sangre, los aristócratas que viven de las rentas que le proporciona el pueblo trabajador y oprimido. Se refiere a algo distinto como podréis leer más adelante.
¿Por qué introduzco este tema en relación con un debate cuyo título es si hemos progresado o no.? Pues porque entiendo que un verdadero progreso empieza por la afirmación de un sujeto, de un ser humano pleno, maduro, potente, responsable y que, por ello, se hace cargo del mundo que le ha tocado vivir.
El progreso moral no consiste sólo en el avance de los derechos humanos. La concesión de derechos puede ser resultado de la dejación de unos gobernantes que quieren halagar a una masa insaciable de deseos caprichosos y de la que, al fin y al cabo, depende en su reelección.
¿No es un ejemplo de retroceso moral la impotencia del ser humano actual? ¿Quién se cree hoy con fuerza para cambiar o, al menos, influir en este mundo? Y previamente: ¿quién, de verdad, lo quiere cambiar?. El hombre actual está lleno de miedos, y el miedo, ya se sabe, paraliza. Si no, ¿cómo se explican los contratos-basura o el enorme índice de paro que los trabajadores padecen sin rechistar? Y sin embargo, cuando surge una persona, un solo individuo, con fuertes convicciones y energía para defenderlas, hace temblar al poder. Ahí tenéis a Haidar, la saharahui que con su actitud puso en jaque al reino de Marruecos y al reino de España.
¿Cuál es el problema? ¿El relativismo, resultado del fracaso de la inteligencia que nos conduce a afirmar “todo vale lo mismo”, o la comodidad que ese mismo relativismo nos procura puesto que “todo da igual”? El colmo es que a esta actitud se le dé el nombre de tolerancia cuando, en realidad, en el fondo, no es más que indiferencia ante las múltiples injusticias existentes.
!Qué momento más peligroso estamos viviendo! Nunca, como ahora, el hombre se ha sentido tan impotente. !Qué dóciles!. !Qué bien instalados estamos en un mundo que permite casi todo!. Los que se benefician del sistema se sienten más seguros que nunca, saben que la masa pide no derechos si no la satisfacción de deseos, sobre todo a divertirse, “pan y circo” que decían los romanos. Y cuando aquéllos quedan satisfechos cesan las quejas.

Como os decía al comienzo de esta entrada Ortega y Gasset escribió La rebelión de las masas en 1927, sin embargo, me temo que la descripción que hace del hombre-masa sigue siendo hoy tan certera como entonces. Y si me apuráis, aún más. Leamos.

“La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro.
… La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas... Masa es el hombre medio... es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico.
… La división de la sociedad en masas y minorías excelentes no es, por tanto, una división en clases sociales... dentro de cada clase social hay masa y minoría auténtica.
… Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de vulgaridad y lo impone dondequiera. Como se dice en Norteamérica: ser diferente es indecente. La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado...
… El hombre- masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes sean enormes.
… Esto nos lleva a apuntar en el diagrama psicológico del hombre-masa actual dos primeros rasgos: la libre expansión de sus deseos vitales, por lo tanto, de su persona, y la radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo componen la conocida psicología del niño mimado... Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada está obligado... A fuerza de evitarle toda presión en derredor, todo choque, con otros seres, llega a creer efectivamente que sólo él existe, y se acostumbrará a no contar con nadie como superior a él.
… Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos.
... El hombre excelente es el que se exige mucho a sí mismo, y el vulgar es el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo* (*Es intelectualmente masa el que ante un problema cualquiera se contenta con pensar lo que buenamente encuentra en su cabeza. Es, en cambio, egregio el que desestima lo que halla sin previo esfuerzo en su mente, y sólo acepta como digno de él lo que aún está por encima de él y exige un nuevo estirón para alcanzarlo)... Vivir a gusto es de plebeyo; el noble aspira a ordenación y a ley.
… La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones no por los derechos...está satisfecho (el hombre-masa) tal y como es... tenderá a afirmar y dar por bueno cuanto en sí halla: opiniones, apetitos, preferencias o gustos.
...son los hombres selectos, los nobles, los únicos activos y no sólo reactivos, para quienes vivir es una perpetua tensión, un incesante entrenamiento.
… cada día se notará más en toda Europa -y por reflejo en todo el mundo- que las masas son incapaces de dejarse dirigir en ningún orden... querrán seguir a alguien y no podrán. Querrán oir, y descubrirán que son sordos.
...Por otra parte, es ilusorio pensar que el hombre medio vigente, por mucho que haya ascendido su nivel vital en comparación con otros tiempos, va a poder regir, por sí mismo, el proceso de la civilización. Digo proceso no ya progreso. El simple proceso de mantener la civilización actual es superlativamente complejo y requiere sutilezas incalculables. Mal puede gobernarlo este hombre- medio que ha aprendido a usar muchos aparatos de la civilización, pero que se caracteriza por ignorar de raíz los principios mismos de la civilización.
… al hombre mediocre de nuestros días, el nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud. Su confianza en sí es, como de Adán, paradisíaca. El hermetismo nato de su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: compararse con otros seres.
… Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás.
… como característica de nuestra época: no que el vulgar crea que es sobresaliente y no vulgar, sino que el vulgar proclama e impone el derecho de la vulgaridad, o la vulgaridad como derecho.

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