jueves, 14 de enero de 2010

CLIENTES PASIVOS DEL ESTADO DEL BIENESTAR

El término “ética” procede del griego “êthos” que significa “carácter”, pero no en el sentido picológico, sino en cuanto modo de ser o modo de vida que se va adquiriendo a lo largo de la existencia y del que, por tanto, uno es responsable. Por consiguiente, la cuestión de si ha habido o no progreso moral equivaldría a esta otra: ¿ha mejorado, en general, el carácter de los seres humanos?. Conviene no olvidar este significado etimológico porque sería absurdo hablar de progreso, retroceso o estancamiento moral sin partir del sujeto moral,del hombre.
He comenzado con esta reflexión porque tengo la impresión de que la opinión que hoy se tiene del ser humano es bastante pesimista. Son muy variadas las descalificaciones de las que es objeto: agresivo, egocéntrico, individualista, consumista, hedonista...
Aunque Adela Cortina no tenga esta visión pesimista sí nos pone en guardia con respecto a alguno de los males que se derivan del llamado “estado del bienestar” en el que nos encontramos si la crisis no se lo lleva. Sin más preámbulos paso a reproducir sus palabras.
“Como es bien sabido, el estado del bienestar nació con el empeño decidido, entre otros propósitos, de proteger los derechos humanos de la llamada “segunda generación”, a los que también se ha dado el nombre de derechos económicos, sociales y culturales. El respeto y protección de estos derechos era necesario para que los seres humanos pudieran desarrollar una vida digna, porque mal puede vivirse dignamente desde la miseria económica... Y precisamente el estado del bienestar tenía como raíz ética el deseo de satisfacer estos mínimos de justicia.
… Una de las críticas que con mayor frecuencia se hacen al estado benefactor está profundamente relacionada con el hecho de que los ciudadanos de las sociedades democráticas, a pesar de serlo, difícilmente nos percatemos de que somos nosotros los protagonistas de la vida política y de la vida moral.
En efecto, el estado benefactor se ve obligado a intervenir en las cuestiones económicas, incluida la propiedad, y se convierte, por lo tanto, en “estado interventor”. Sin embargo, una vez asumido este papel interviene en muchos otros aspectos de la vida social, de modo que acaba recibiendo el nombre de “estado-providencia”, porque los ciudadanos se acostumbran a que es el estado quien, ya que recauda los impuestos, tiene que velar por ellos y resolver todos sus problemas.
Se genera así una actitud por parte del estado y otra por parte de los ciudadanos que es igualmente nociva. El estado asume una posición paternalista y los ciudadanos por su parte, una actitud de dependencia pasiva.
… en lo que hace al terreno político, el paternalismo es típico del despotismo ilustrado, que se justifica precisamente por afirmar que es el gobernante quien conoce sobradamente en qué consiste el bien del pueblo, mientras que éste, a los ojos del gobernante, es un incompetente básico en la materia...
Puede decirse, pues, que el estado paternalista ha generado un ciudadano dependiente, “criticón” -que no crítico- , pasivo, apático y mediocre; alejado de todo pensamiento de libre iniciativa, responsabilidad o empresa creadora. Un ciudadano que no se siente protagonista de su vida política, ni tampoco de su vida moral, cuando lo que exige un verdadero estado de justicia es que los ciudadanos se sepan artífices de su propia vida personal y social”
Adela Cortina, La ética de la sociedad civil

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