lunes, 25 de enero de 2010

HAITÍES

En reiteradas ocasiones os he dicho que una magnífica fuente de información para el debate que nos ocupa es la prensa. Ya sé que la prensa tiene "mala prensa". Los periodistas suelen ser acusados de sectarios, demagogos, gentes sin escrúpulos,sensacionalistas... Aunque hay parte de verdad en lo dicho, sigo pensando que es el menos malo de los medios de comunicación. En la prensa, trátese del diario del que se trate, el lector inteligente encontrará el grano entre la abundante paja.
La entrada de hoy tiene el título de "Haitíes", es un resumen de un artículo publicado en el ABC del día 17 de enero. Lo firma Ignacio Camacho.

"Cuando Haití vuelva, si vuelve, a la normalidad previa al terremoto... cuando la confortable sociedad biempensante relegue la catástrofe porque deje de verla en los telediarios, ese pequeño país antillano tornará en el mejor de los casos a la demoledora realidad social que vivía antes de que la tierra temblase en Puerto Príncipe: un euro de renta per cápita, un sistema político corrompido, un tejido educativo inexistente...Una miseria estructural enquistada en una historia de subdesarrollo extremo y de pobreza sin alivio... Eso es lo que era Haití antes de que Occidente se conmoviese ante la hecatombe sísmica, como tantas otras naciones y territorios que sólo surgen en el mapa de nuestra conciencia moral cuando una calamidad desproporcionada o una guerra particularmente atroz los traen por unos días al primer plano...
Por eso de nada servirá toda esta bienintencionada sacudida solidaria... si no cuaja en un estado de opinión pública estable que empuje a abordar en serio la reconstrucción de un país que apenas si existía como tal antes de que empezase a importarnos. Si todo ese emotivo caudal de ayuda no se canaliza en la planificación de un Estado decente. Si el egoísmo de la alta política se enreda en pulsos de influencias y liderazgo... Si se desvanece tan pronto como de costumbre la volátil preocupación que estas tragedias siembran en nuestra mala conciencia de privilegios en crisis.
Es una bonita, tranquilizadora virtud la de la solidaridad. Y evita preguntas incómodas porque las catástrofes no se comentan: se socorren. Pero estos desheredados que parecen interpelarnos como espectros entre las ruinas y cascotes de sus casas, esos haitianos harapientos a los que anhelamos enviar ayuda sanitaria nos molestan sobremanera cuando buscan vivienda junto a la nuestra o toman turno antes que nosotros en el ambulatorio de zona. Y sin resolver esa severa contradicción no servirá de mucho esta súbita, urgente cosquilla de lejana fraternidad angustiada que nos ayuda a olvidar los haitíes que rodean nuestras propias casas".

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