jueves, 26 de noviembre de 2009

ESO QUE LLAMAMOS PROGRESO

En la primera entrada de este blog (y de este tema) nos decía José A. Marina que el criterio en que basarnos para saber si ha habido progreso moral era la historia de los derechos humanos; es decir, si hay avances o retrocesos en su aplicación. En esta línea os resumo un artículo de prensa firmado por Consuelo Crespo, presidenta de Unicef Comité Español. Ya sabeis que el ámbito de actuación de esta organización es la infancia.

"... Se cumplen 20 años desde la Convención de los Derechos del Niño(CDN), adoptada por unanimidad por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Es el tratado internacional más ratificado de la historia y recoge los derechos fundamentales de las personas menores de 18 años.
... En 20 años se han dado pasos de gigante: la motalidad infantil descendió en un 28%, pasando de 12,5 millones de niños menores de cinco años muertos en 1990 a 8,8 millones en 2008. Es un claro ejemplo de avance, aunque la situación aún es inadmisible.
Entre las múltiples causas de mortalidad infantil están las relacionadas con la malnutrición. Una realidad que, en pleno siglo XXI, produce escalofríos y que no sólo existe, sino que ha crecido. El aumento del precio de los alimentos y la crisis mundial han agravado la tragedia de aquellos que viven en crisis permanente. Sin olvidar que cerca de nosotros también hay niños en riesgo de pobreza y exclusión, sea por su origen inmigrante, por el impacto de la crisis o por otros motivos.
... Hemos alcanzado cotas de bienestar y desarrollo tecnológico nunca imaginadas. Y se han registrado grandes progresos en derechos de la infancia, hay soluciones para cada uno de los problemas, y aplicándolas se salvan vidas -literalmente-, pero todavía la brecha entre este mundo y el que debería y puede ser es inmensa. Es necesaria la voluntad política.
Detrás de cada cifra se esconde un rostro, una mirada... Si fuéramos capaces de observar esa mirada y escuchar con avaricia su mente y su corazón, podríamos evolucionar mejor como seres humanos, desarrollar nuestra dimensión universal y abrirnos realmente al mundo: podríamos recuperar los valores que en nuestra alocada carrera hacia eso que llamamos progreso dejamos en el camino.
Nos daríamos cuenta de que manteniendo esta situación impedimos el avance de toda la humanidad, porque la verdadera medida del progreso es la forma en la que viven los niños".

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