miércoles, 11 de noviembre de 2009

El mal existe

Rebuscando entre mis papeles, me encuentro con un artículo de prensa publicado en el
ABC, con fecha 11-03-09. Lo firma Alfonso Armada. Su título es "En manos del mal" y el subtítulo "Un rasgo "muy" humano". Está escrito a los seis años de la matanza de Atocha. El diario quiso recordar este terible acto terrorista con la publicación del presente artículo. Como vais a leer es una reflexión sobre la maldad humana. Si el articulista se presentara al debate y pudiera defender la tesis que él considera más aceptable (si hemos progresado o no moralmente), supongo, por lo que he deducido, que la cosa quedaría en tablas, dado que, piensa el autor, el mal es inherente a la naturaleza humana. Como la naturaleza humana no cambia, tan malo puede ser el hombre de hoy (independientemente del país o cultura a la que pertenezca) como el hombre de otras épocas anteriores.
Dado que el texto es algo largo y denso,aunque os haga un resumen, lo voy a dividir en dos partes.Hoy os entrego la primera. Vale la pena que os esforceis en su lectura.


EN MANOS DEL MAL
UN RASGO "MUY" HUMANO
El mal nos acompaña, forma parte del tejido del mundo, de la naturaleza humana. En la introducción a "El trauma alemán. Testimonios cruciales de la ascendencia y caída del nazismo", Gitta Sereny evoca cuándo se dio cuenta del "impacto del desprecio de la ideología nazi por los seres humanos". Ese desprecio necesario para matar, para exterminar, sin conciencia de hacer el mal, o sin que esa conciencia inhiba al asesino, al terrorista, al fanático, al militante, al torturador. Por eso lo que suelen hacer los agenetes del mal es deshumanizar a sus víctimas, convertirlas en cucarachas, en objetivos "legítimos", como hace ETA, en seres inferiores, como hacen los talibanes a las mujeres... Confiesa Sereny que su motivación se ha basado siempre... "en la curiosidad por descubrir qué es lo que lleva a los seres humanos a caer, con tanta frecuencia y tanta facilidad, en la violencia y en la inmoralidad". Sus horrendas exhibiciones de fuerza están por todas partes, y la de la mañana del 11 de marzo de 2003 en Madrid conmovió hasta los tuétanos por su cercanía, su ferocidad y su carácter indiscriminado. Al ensañarse con los inocentes, abruma y, a menudo, nubla la razón. Conviene preguntarse por su naturaleza una vez establecida la certeza de que, como advierte el general Vicente Díaz de Villegas, que estuvo al frente de las fuerzas de la ONU en el Congo, "el mal existe y el que diga otra cosa es que es tonto".
... Algunas características del mal público del presente podrían ser la mayor escala de su producción, su dependencia de la técnica o la implicación de más gente, ya sea como cómplices o como espectadores desentendidos. Pero lo más grave sería que, dado el relativismo cultural y moral reinante, ese mal no provocara una firme actitud que lo condene sin reservas... Acerca del concepto ideado por Hannah Arendt (se refiere a la "banalidad del mal"), Aurelio Arteta piensa que... la banalidad del mal " no significa que su daño sea desdeñable ni tampoco que sean estúpidos los propósitos últimos de sus inspiradores. Lo banal estriba en la desproporción entre los motivos de quienes lo ejecutan y la enormidad de los daños causados; en la inconsciencia con que a menudo se llevan a cabo...
CONSUSTANCIAL AL CORAZÓN
Abre juego el filósofo José Luis Pardo con el autor de "La paz perpetua": Decía Kant que el mal es al menos tan consustancial al corazón del hombre como el bien. Lo que hace inevitable que podamos ser malos es lo mismo que explica que podamos ser buenos, a saber, que somos libres y que somos mortales. Este es el motivo de que el mal no pueda extirparse de nosotros, porque habría que extirpar al mismo tiempo la libertad y la mortalidad. Esto ya es decir que si hemos de estar especialmente precavidos contra alguna clase de mal será contra ese que consiste en la promesa de que alguien o algo nos liberará definitivamente del mal (es decir de nuestra mortalidad y vulnerabilidad), porque, además de ser una promesa incumplible, nos exige a cambio el sacrificio de la libertad, y sin ella tampoco podemos ya ser buenos ni llevar una vida digna de ser vivida, lo cual nos hace más proclives a justificar el sacrificio de las libertades y de las vidas ajenas.

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