jueves, 30 de diciembre de 2010

A VUELTAS CON EL VELO ISLÁMICO

Con el resumen de este breve artículo pretendo, una vez más, plantear el problema del velo como símbolo del “choque de culturas”. Según el autor, aquellos que se oponen a su uso no lo hacen por motivos religiosos sino por su resistencia a aceptar a los que son diferentes.
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… Lo que está en juego aquí es una cuestión cultural. Bien sabemos que lo estrictamente religioso les trae sin cuidado a muchos de los que se oponen al velo islámico en los colegios públicos. Es la incapacidad para aceptar la diferencia, para aceptar al otro lo que alimenta esta batalla.
Es verdad que Francia e incluso Turquía prohíben el velo islámico en los edificios públicos… En el caso de Turquía, nación de mayoría islámica que intenta combatir el radicalismo, estamos hablando de circunstancias especiales en un país que, por otra parte, no se distingue por una tradición particularmente democrática. Por lo que respecta al caso de Francia, baste decir que su tradición centralista y autoritaria es algo que no deseo para España.
La mera idea de que, en nuestra época, y en nuestro clima liberal y democrático, se le pueda impedir a una persona que vista como quiera me parece poco menos que incomprensible. Me da igual si se pretende llevar a cabo dicha prohibición en nombre de una mal entendida igualdad. Si resulta que vamos a tener que regular la moda en los institutos para garantizar la igualdad de los alumnos apañados vamos. Y peor aún me parecen los abanderados de un feminismo mal entendido. Siempre me han producido desconfianza esos auto-proclamados misioneros o misioneras de la liberación sexual o de género que intentan liberar a otros (o más bien otras) a base de imponerles a toda costa lo que consideran su verdad superior… Denegar a una persona su legítimo derecho a vestirse como le venga en gana, especialmente cuando no hay en ello nada ofensivo ni provocador, y cuando además ese modo de vestir es expresión de unas convicciones religiosas, es un brutal ataque a la libertad de expresión y, lo que es peor, al derecho de esa persona a la igualdad. Esperemos que España no vaya por ese camino.

Publicado en “El País” por Juan A. Herrero Brasas, profesor de Ética Social en la Universidad del Estado de California (Northridge).

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