jueves, 23 de diciembre de 2010

HABLEMOS DEL JAMÓN

Lo sabía, sabía que los Antonio Burgos que abundan en este país iban a sacar provecho de “la soberana tontería” (así lo ha calificado la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas) del alumno musulmán que denunció a un profesor por hablar del jamón en clase.
Don Antonio Burgos aprovecha la anécdota para arremeter contra “agnósticos y practicantes de religiones que aquí son raritas”, porque según él “vivimos en la dictadura de las minorías”.
Tengo la impresión de que Don Antonio Burgos es de los que piensan que todo, absolutamente todo, se debe decidir por mayoría (siempre y cuando lo decidido por la mayoría coincida con su forma de pensar, por supuesto) Así, por ejemplo, si la mayoría está de acuerdo con que el crucifijo presida las aulas de los centros de enseñanza (pública), el que no fuera así se debería a una imposición (a una dictadura, según él) de las minorías no católicas.
Pues no, Don Antonio, usted no se ha enterado aún de que la Constitución ampara a todos: creyentes (católicos y “practicantes de religiones que aquí son raritas”) y no creyentes. Lo que no ampara es a los fanáticos, sean católicos, practicantes de otras religiones o de ninguna.
Hago un resumen de su artículo que lleva como título el que encabeza esta entrada.
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Aunque esto sea una democracia con todos sus avíos, vivimos en la dictadura de las minorías. Parece increíble, pero en España las mayorías empiezan a tener miedo de las minorías. El principio democrático del respeto a las minorías ha sido cambiado aquí por el acoso a las mayorías. Si usted es, con una inmensa mayoría de españoles, católico, échese a temblar, pues el día menos pensado lo condenan a la hoguera las inquisitoriales minorías de agnósticos y practicantes de religiones que aquí son raritas. Es lo que le ha pasado en la Línea de la Concepción a don José Reyes Fernández, profesor de Geografía en un Instituto…
El profesor Reyes Fernández estaba dando sus clases sobre los distintos climas de España y comentó que el frío de Trevélez, en la sierra de Granada, favorecía la curación del jamón. Un alumno musulmán consideró que el ejemplo era una ofensa para su credo. Se chivó a su familia que le denunció. Y la Policía se personó en el Instituto para interrogar al profesor: que cómo es eso de hablar del jamón ante un alumno mahometano, hombre, si por lo menos se hubiera usted metido con el Papa por la pederastia…
… Nada, del jamón no se puede hablar, por la dictadura de las minorías….

Diario ABC, 22 de diciembre de 2010

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