No recuerdo cómo dí con esta página web. Las cosas que dice parecen sensatas.Me ha llamado la atención las opiniones vertidas en los comentarios. Una tal Raquel afirma "estamos programadas para ser superiores" (?) Y la que firma como tsuxtine:
!la verdad es que sigo sin explicarme cómo no dominamos el mundo! (los signos de interrogación y de admiración son míos)
Tengo la impresión de que algunas mujeres quieren reproducir el pasado: el dominio de un miembro sobre el otro,... pero al revés.
Mutando a Rubia
domingo 28 de enero de 2007
Los hombres son de marte, las mujeres de venus
Esta mañana he leído un artículo sobre las diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer. Lo que me sorprendió no es que encontrasen diferencias, no voy a entrar en obviedades sobre si somos iguales o no, a la vista está que los hombres y las mujeres somos diferentes. Lo que atrajo mi atención y consiguió despertarme y que me sentase hasta mal el desayuno fue comprobar que "científicos", hombres a los que considero cultos y que han invertido muchos años al estudio de las ciencias y a la investigación, sostengan teorías que dicen que la causa de que haya más hombres que mujeres en puestos científicos de primera fila se debe más a una menor aptitud innata femenina que a la discriminación. Explíquenme eso, por favor. Porque supongo que que las mujeres tengan acceso a estudios universitarios desde hace relativamente poco, en comparación con los hombres, supongo que eso no influye. Los puestos de primera fila que se refiere este hombre son los dinosaurios de la ciencia. Denles unos años a todas las chicas que están arrasando ahora en la universidad y se llevan todas las becas de doctorado.
Un estudio que publicó Science demostraba que los resultados en matemáticas de 220 mujeres empeoraban si se les recordaba que las mujeres eran peores en matemáticas. Esto no quiere decir que las mujeres seamos mejores que los hombre y si somos peores es porque los hombres se encargan de minar nuestra moral hasta que consiguen que seamos peores. Pero citando al autor del artículo "si creo que mis genes determinan mi peso, ¿me esforzaré por mantener mi dieta y hacer ejercicio?"
Estoy harta de escuchar que las mujeres somos peores en matemáticas y que lo que se nos da bien son las humanidades. NO, NO y NO. Yo estudio una carrera tradicionalmente de hombres y no soy brillante (como la mayoría de mis compañeros), pero en ningún momento he sentido que mis capacidades fuesen menos que las de cualquiera de ellos y estoy harta de oír lo contrario. Nunca he visto que hiciesen exámenes para chicos y exámenes para chicas. Han cambiando muchas cosas pero he oído muchas veces que las mujeres somos peores ingenieras. Y no en gente mayor precisamente, lo cual hasta podría excusar porque han recibido otra educación. Si no en gente de mi edad. Y sinceramente, estoy harta de sentir que tengo que demostrar algo. Estoy harta de tener que defenderme por algo que no he elegido y sentirme menospreciada por ello.
Cuando un hombre se equivoca, se equivoca él solo, pero cuando lo hace una mujer todas caemos con ella. Y si no, cuando hay un accidente de tráfico o alguien no consigue aparcar bien el coche y resulta que es mujer es automático meternos a todas en el saco. Pues mira, resulta que esa mujer incapaz de aparcar probablente ni siquiera se sacase el carnet en la misma autoescuela que yo, no la he visto en mi vida ni creo que la vuelva a ver, no tenemos nada en común salvo el hecho de ser mujer ¿por qué demonios tengo que defenderla? ¿Por qué demonios tengo que demostrar cada vez que cojo el coche que las mujeres somos perfectamente capaces de conducir sin tener ningún accidente? Es agotador. Aunque sería peor ser mujer y encima guapa porque entonces tienes doble trabajo, aunque no soy ninguna experta en eso.
¿Hasta cuando vamos a centrarnos en las cosas que nos separan cuando son muchas más las que nos unen?
Yo solo puedo dar un punto de vista. Y es cierto que a parte de comentarios desafortunados nunca he vivido ningún tipo de discriminación ni positiva ni negativa. También soy consciente de que puestos a ser mujer, prefiero ser mala ingeniera aquí que no tener siquiera la posibilidad de serlo. Pero todavía queda mucho camino por recorrer hasta la igualdad. No quiero entrar en debates absurdos sobre si las mujeres son mejor que los hombres, ni encender la llama de la discordia. Yo defiendo la igualdad. Solo daba mi opinión, y en mi opinión los límites de una persona no vienen impuestos por el sexo si no por la propia persona, cualquiera puede conseguir sus metas si es capaz de esforzarse por ellas independientemente de que sea hombre o mujer.
Publicado por txustine a las 23:03
4 comentarios:
Raquel dijo...
La igualdad de derechos, supongo, mi querida Txustine, porque por lo demás, genéticamente estamos programadas para ser superiores a ellos en todo salvo en fuerza bruta. Somos más listas, más fuertes, más capaces...
30 de enero de 2007 11:40
txustine dijo...
la verdad es que sigo sin explicarme por qué no dominamos el mundo
30 de enero de 2007 13:13
Anónimo dijo...
Creo, sinceramente, que porque no nos interesa...
Me ha encantado tu blog,gracias!
Kristinka
19 de septiembre de 2007 21:38
txustine dijo...
gracias por comentar kristinka, que alegria y susto al ver un comentario nuevo en una entrada antigua ^_^
20
miércoles, 25 de febrero de 2009
La lucha por la dignidad
"La lucha por la dignidad" es el título de un libro de José Antonio Marina, escrito en colaboración con una jurista llamada María de la Válgoma. Cuentan el proceso histórico que nos ha llevado a disfrutar hoy de los derechos que tenemos. Sin embargo, la dignidad humana, por ahora, es sólo lucha por la dignidad, hay que colocarla más en el futuro que en el presente.
El capítulo VII está dedicado a "la lucha por la igualdad de la mujer". Aunque os pueda parecer largo el resumen, he tenido que prescindir de muchos datos interesantes. Por ello lo mejor que podríais hacer es leer el libro.
[…] Todos Salimos del vientre materno desnudos e iguales. Bueno, desnudos, sí; pero no iguales. Unos nacen hombres y otras mujeres. Nos interesa ver el tránsito de una diferencia real a una discriminación injusta.
[…] A pesar del intento de ciertos antropólogos para documentar un periodo matriarcal, los datos nos indican que la desigualdad social, económica y jurídica de la mujer es un dato casi universal. En la sociedad patriarcal su puesto está junto a los hijos, los esclavos, el ganado y otras propiedades del padre.
[…] Hasta 1975, el Código Civil español equiparaba la mujer casada a los niños, a los locos o dementes y a los sordomudos que no supieran leer ni escribir, por lo que se la prohibía contratar (art. 1263)… la mujer tenía la obligación legalmente impuesta de obedecer al marido. El artículo 57 del Código Civil dice textualmente: “El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido”.
Hasta 1975, sin licencia del marido no podía trabajar, ni abrir cuentas en un banco, ni obtener el pasaporte, ni el carnet de conducir. Si contraía matrimonio con un extranjero perdía la nacionalidad, y era considerada extranjera a todos los efectos…
En este afán por considerar incapaz a la mujer, hasta 1975 la mujer no tenía patria potestad sobre sus hijos. Pese a que la mayoría de edad se alcanzaba entonces a los 21 años, la mujer no podía abandonar la casa de sus padres hasta los 25. “salvo cuando sea para contraer matrimonio o para ingresar en un Instituto aprobado por la iglesia” (art. 321).[…]
Las luchas reivindicativas tienen que enfrentarse a intereses y a mitos legitimadores con los que aquellos pretenden adecentarse... En la discriminación de la mujer, funcionaron dos mitos legitimadores. Primero: La mujer es peligrosa. Segundo: La mujer es mentalmente inferior. Ambos recomendaban el mismo remedio: controlarlas, tutelarlas, atarlas en corro.
La documentación es tan conocida, que sólo mencionamos algunas perlas. En numerosos mitos griegos las mujeres aparecen como destructoras: las parcas cortaban el hilo de la vida; las amazonas eran unas crueles guerreras; las erinias, espantosas, locas y vengativas resultaban tan temibles que los griegos no se atrevían a pronunciar su nombre. En el origen de todos los males situaban a una figura femenina: Pandora. Pero hay más. Explicaban la aparición de la mujer como un castigo de Zeus a la arrogancia de Prometeo. Prometeo robó el fuego a los dioses y, en revancha, Zeus envía a la mujer como guardiana del fuego y tormento del transgresor. La figura de Eva en la tradición judeocristiana cumple el mismo papel.
[…] Una turba de escritores medievales afirmaban el carácter impuro de la sangre menstrual, citando con frecuencia La historia natural de Plinio. Prefiriendo copiar un libro a mirar la realidad, estos adoradores de lo escrito afirmaron con todo convencimiento que esa sangre cargada de maleficios impedía la germinación de las plantas, hacía morir la vegetación, provocaba el orín en el hierro y la rabia en los perros…
[…] En la Edad Media los penitenciales católicos prohibieron que la mujer que tuviera la regla comulgase, incluso que entrara en la iglesia. Se les prohibía también que ayudaran a misa, tocaran los vasos sagrados o accedieran a las funciones rituales…
El segundo mito legitimador fue la debilidad mental de la mujer. La imbecilitas de su naturaleza, que exige mantenerla bajo tutela. Tomás de Aquino resume una tradición de siglos al escribir:
La mujer necesita del varón no sólo para engendrar, como ocurre con los demás animales, sino incluso para gobernarse: porque el varón es más perfecto por su razón y más fuerte en virtud.
En 1330, el franciscano Álvaro Pelayo, de origen español, redacta a petición de Juan XXII un tratado en el que expone “los ciento dos vicios y fechorías de la mujer”. Al menos no eran infinitos. El más grave es su infantilismo. La mujer es crédula, se deja llevar por sus apetencias, es tan voluble como un niño, por eso no puede tener autonomía y debe estar siempre bajo la tutela del hombre. Frente a la racionalidad del varón, ella es un hervidero emocional. Los transmisores de esta idea fueron legión y de muy distintos pelajes. En nuestra cultura han tenido un triste protagonismo las iglesias cristianas. San Bernardino de Siena aconseja a los maridos que obliguen a sus mujeres a fregar diez veces los mismos platos: “mientras las mantengas activas no se quedarán asomadas a la ventana, y no se les pasará por la cabeza unas veces unas cosas y otras otra” […]
....................................................
Hay que elegir o lucha por la identidad o lucha contra la discriminación. La lucha por la identidad tiene que apelar a mecanismos de afirmación y de exclusión. Decir: tengo derecho a ser mujer, negro, gay, nacionalista, no nacionalista, es una postura de combate, más que una fórmula ética o jurídica. En muchas ciudades europeas se celebra “el día del orgullo gay”. Se trata de una manifestación de protesta contra una actitud social de rechazo. No es en el fondo una reclamación de un derecho a la diferencia, sino una reclamación del derecho a no ser discriminado por una diferencia. Cuando desaparezca el rechazo, esas manifestaciones de afirmación desaparecerán también. Entonces será tan extemporáneo hacer una manifestación del orgullo gay como hacer una manifestación del orgullo heterosexual.
La lucha por la no discriminación es más universal y está mejor fundada que la reivindicación de la diferencia. Lo importante es defender que no se puede privar a nadie de sus derechos personales por razones no legítimas. Los derechos fundamentales se poseen por participar de la naturaleza humana. Ésta es la gran percha, el gancho trascendental, del que dependen los derechos a la diferencia. No al revés. Las otras alternativas son peligrosas. Si se poseen derechos por poseer un rasgo no universal –el sexo, el color, la raza, la clase, la religión- estamos sometidos irremediablemente al dominio de la fuerza. Siempre es la fuerza la que impone la discriminación injusta.[…]
Postdata: Cuando ya está redactado el capítulo recibimos el Estado de la población mundial, publicado por el Fondo de población de Naciones Unidas, en el que se denuncia que una de cada tres mujeres sufre malos tratos o abusos sexuales. Según el Banco Mundial, en los países industrializados, las mujeres de quince a cuarenta y cuatro años pierden el 20% de su vida laboral como resultado de la violencia sexual. La injusticia continúa.
El capítulo VII está dedicado a "la lucha por la igualdad de la mujer". Aunque os pueda parecer largo el resumen, he tenido que prescindir de muchos datos interesantes. Por ello lo mejor que podríais hacer es leer el libro.
[…] Todos Salimos del vientre materno desnudos e iguales. Bueno, desnudos, sí; pero no iguales. Unos nacen hombres y otras mujeres. Nos interesa ver el tránsito de una diferencia real a una discriminación injusta.
[…] A pesar del intento de ciertos antropólogos para documentar un periodo matriarcal, los datos nos indican que la desigualdad social, económica y jurídica de la mujer es un dato casi universal. En la sociedad patriarcal su puesto está junto a los hijos, los esclavos, el ganado y otras propiedades del padre.
[…] Hasta 1975, el Código Civil español equiparaba la mujer casada a los niños, a los locos o dementes y a los sordomudos que no supieran leer ni escribir, por lo que se la prohibía contratar (art. 1263)… la mujer tenía la obligación legalmente impuesta de obedecer al marido. El artículo 57 del Código Civil dice textualmente: “El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido”.
Hasta 1975, sin licencia del marido no podía trabajar, ni abrir cuentas en un banco, ni obtener el pasaporte, ni el carnet de conducir. Si contraía matrimonio con un extranjero perdía la nacionalidad, y era considerada extranjera a todos los efectos…
En este afán por considerar incapaz a la mujer, hasta 1975 la mujer no tenía patria potestad sobre sus hijos. Pese a que la mayoría de edad se alcanzaba entonces a los 21 años, la mujer no podía abandonar la casa de sus padres hasta los 25. “salvo cuando sea para contraer matrimonio o para ingresar en un Instituto aprobado por la iglesia” (art. 321).[…]
Las luchas reivindicativas tienen que enfrentarse a intereses y a mitos legitimadores con los que aquellos pretenden adecentarse... En la discriminación de la mujer, funcionaron dos mitos legitimadores. Primero: La mujer es peligrosa. Segundo: La mujer es mentalmente inferior. Ambos recomendaban el mismo remedio: controlarlas, tutelarlas, atarlas en corro.
La documentación es tan conocida, que sólo mencionamos algunas perlas. En numerosos mitos griegos las mujeres aparecen como destructoras: las parcas cortaban el hilo de la vida; las amazonas eran unas crueles guerreras; las erinias, espantosas, locas y vengativas resultaban tan temibles que los griegos no se atrevían a pronunciar su nombre. En el origen de todos los males situaban a una figura femenina: Pandora. Pero hay más. Explicaban la aparición de la mujer como un castigo de Zeus a la arrogancia de Prometeo. Prometeo robó el fuego a los dioses y, en revancha, Zeus envía a la mujer como guardiana del fuego y tormento del transgresor. La figura de Eva en la tradición judeocristiana cumple el mismo papel.
[…] Una turba de escritores medievales afirmaban el carácter impuro de la sangre menstrual, citando con frecuencia La historia natural de Plinio. Prefiriendo copiar un libro a mirar la realidad, estos adoradores de lo escrito afirmaron con todo convencimiento que esa sangre cargada de maleficios impedía la germinación de las plantas, hacía morir la vegetación, provocaba el orín en el hierro y la rabia en los perros…
[…] En la Edad Media los penitenciales católicos prohibieron que la mujer que tuviera la regla comulgase, incluso que entrara en la iglesia. Se les prohibía también que ayudaran a misa, tocaran los vasos sagrados o accedieran a las funciones rituales…
El segundo mito legitimador fue la debilidad mental de la mujer. La imbecilitas de su naturaleza, que exige mantenerla bajo tutela. Tomás de Aquino resume una tradición de siglos al escribir:
La mujer necesita del varón no sólo para engendrar, como ocurre con los demás animales, sino incluso para gobernarse: porque el varón es más perfecto por su razón y más fuerte en virtud.
En 1330, el franciscano Álvaro Pelayo, de origen español, redacta a petición de Juan XXII un tratado en el que expone “los ciento dos vicios y fechorías de la mujer”. Al menos no eran infinitos. El más grave es su infantilismo. La mujer es crédula, se deja llevar por sus apetencias, es tan voluble como un niño, por eso no puede tener autonomía y debe estar siempre bajo la tutela del hombre. Frente a la racionalidad del varón, ella es un hervidero emocional. Los transmisores de esta idea fueron legión y de muy distintos pelajes. En nuestra cultura han tenido un triste protagonismo las iglesias cristianas. San Bernardino de Siena aconseja a los maridos que obliguen a sus mujeres a fregar diez veces los mismos platos: “mientras las mantengas activas no se quedarán asomadas a la ventana, y no se les pasará por la cabeza unas veces unas cosas y otras otra” […]
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Hay que elegir o lucha por la identidad o lucha contra la discriminación. La lucha por la identidad tiene que apelar a mecanismos de afirmación y de exclusión. Decir: tengo derecho a ser mujer, negro, gay, nacionalista, no nacionalista, es una postura de combate, más que una fórmula ética o jurídica. En muchas ciudades europeas se celebra “el día del orgullo gay”. Se trata de una manifestación de protesta contra una actitud social de rechazo. No es en el fondo una reclamación de un derecho a la diferencia, sino una reclamación del derecho a no ser discriminado por una diferencia. Cuando desaparezca el rechazo, esas manifestaciones de afirmación desaparecerán también. Entonces será tan extemporáneo hacer una manifestación del orgullo gay como hacer una manifestación del orgullo heterosexual.
La lucha por la no discriminación es más universal y está mejor fundada que la reivindicación de la diferencia. Lo importante es defender que no se puede privar a nadie de sus derechos personales por razones no legítimas. Los derechos fundamentales se poseen por participar de la naturaleza humana. Ésta es la gran percha, el gancho trascendental, del que dependen los derechos a la diferencia. No al revés. Las otras alternativas son peligrosas. Si se poseen derechos por poseer un rasgo no universal –el sexo, el color, la raza, la clase, la religión- estamos sometidos irremediablemente al dominio de la fuerza. Siempre es la fuerza la que impone la discriminación injusta.[…]
Postdata: Cuando ya está redactado el capítulo recibimos el Estado de la población mundial, publicado por el Fondo de población de Naciones Unidas, en el que se denuncia que una de cada tres mujeres sufre malos tratos o abusos sexuales. Según el Banco Mundial, en los países industrializados, las mujeres de quince a cuarenta y cuatro años pierden el 20% de su vida laboral como resultado de la violencia sexual. La injusticia continúa.
lunes, 23 de febrero de 2009
El laberinto sentimental
Estimados alumnos: El brevísimo resumen que hoy os propongo está sacado del libro "El laberinto sentimental" de José Antonio Marina. Este filósofo es el autor de los libros de textos de 4º de ESO y 1º de Bachillerato que tenemos en el Centro. Un magnífico filósofo.
Lo que quiere destacar el autor del libro está muy claro: la importancia de la educación en la formación del ser humano. Dependiendo de cómo nos socialicemos así será nuestro carácter. Esto vale tanto para explicar el grado de agresividad que manifiestan los individuos pertenecientes a una determinada sociedad (aunque no sólo) , como para "moldear" el carácter masculino y femenino.
“Sexo y temperamento” no es lo que el título sugiere . Es un bello libro de antropología con el que Margaret Mead quiso responder a una pregunta: ¿Lo que llamamos feminidad y masculinidad son caracteres biológicos o productos culturales? Para averiguarlo se fue, ni corta ni perezosa a estudiar tres tribus de Nueva Guinea: los arapesh, los mundugumor y los tchambuli. A pesar de vivir relativamente cerca, a menos de doscientos kilómetros, las diferencias son sorprendentes.
Los arapesh son un pueblo cooperador y amistoso que carece de organización política… Trabajan juntos, todos para todos… El beneficio propio parece detestable… Para los arapesh el mundo es un jardín que hay que cultivar… Los niños son el centro de atención. La educación entera es educación sentimental. No hace falta que el niño aprenda cosas, pues lo importante es suscitar en él un sentimiento de confianza y seguridad. Hacerle bondadoso y plácido eso es lo importante…
A ciento sesenta kilómetros de los arapesh viven los mundugumor, que han creado una cultura áspera, incómoda, malhumorada. Todo parece fastidiarles, lo que no es de extrañar porque su organización fomenta un estado de cabreo perpetuo. Habitualmente sólo las mujeres se reúnen, mientras que los hombres se observan de lejos con desconfianza. Los niños son educados para sentirse incómodos ante los mayores… Las uniones sexuales son rápidas y violentas. El carácter ideal es común para ambos sexos pues se espera que tanto hombres como mujeres sean agresivos, celosos y estén siempre en perpetua competencia, dispuestos a vengar cualquier insulto. En fin, que parecen occidentales.
Margaret Mead visitó un tercer pueblo, los tchambuli. De nuevo cambia el paisaje sentimental. Hay una inversión de los papeles sociales. Las mujeres se ocupan de las cuestiones económicas, pescan, tejen, comercian, administran el dinero, mientras los hombres viven para el arte y el espectáculo. Las mujeres los tratan con amabilidad, tolerancia y aprecio… Como son las dueñas del dinero obsequian y regalan a sus maridos, a cambio de languidecientes miradas y suaves palabras… El interior de una casa tchambuli muestra a ojos vistas su organización social. Las mujeres firmemente instaladas en el centro de la habitación, mientras que los hombres se sitúan junto a las paredes, cerca de las puertas, con un pie en la escalera, sintiéndose poco queridos, apenas tolerados, y dispuestos siempre a refugiarse en la casa de los hombres, donde preparan su propia comida, recogen su leña, viven como solteros en un estado de mutua desconfianza y de común incomodidad.
Lo que quiere destacar el autor del libro está muy claro: la importancia de la educación en la formación del ser humano. Dependiendo de cómo nos socialicemos así será nuestro carácter. Esto vale tanto para explicar el grado de agresividad que manifiestan los individuos pertenecientes a una determinada sociedad (aunque no sólo) , como para "moldear" el carácter masculino y femenino.
“Sexo y temperamento” no es lo que el título sugiere . Es un bello libro de antropología con el que Margaret Mead quiso responder a una pregunta: ¿Lo que llamamos feminidad y masculinidad son caracteres biológicos o productos culturales? Para averiguarlo se fue, ni corta ni perezosa a estudiar tres tribus de Nueva Guinea: los arapesh, los mundugumor y los tchambuli. A pesar de vivir relativamente cerca, a menos de doscientos kilómetros, las diferencias son sorprendentes.
Los arapesh son un pueblo cooperador y amistoso que carece de organización política… Trabajan juntos, todos para todos… El beneficio propio parece detestable… Para los arapesh el mundo es un jardín que hay que cultivar… Los niños son el centro de atención. La educación entera es educación sentimental. No hace falta que el niño aprenda cosas, pues lo importante es suscitar en él un sentimiento de confianza y seguridad. Hacerle bondadoso y plácido eso es lo importante…
A ciento sesenta kilómetros de los arapesh viven los mundugumor, que han creado una cultura áspera, incómoda, malhumorada. Todo parece fastidiarles, lo que no es de extrañar porque su organización fomenta un estado de cabreo perpetuo. Habitualmente sólo las mujeres se reúnen, mientras que los hombres se observan de lejos con desconfianza. Los niños son educados para sentirse incómodos ante los mayores… Las uniones sexuales son rápidas y violentas. El carácter ideal es común para ambos sexos pues se espera que tanto hombres como mujeres sean agresivos, celosos y estén siempre en perpetua competencia, dispuestos a vengar cualquier insulto. En fin, que parecen occidentales.
Margaret Mead visitó un tercer pueblo, los tchambuli. De nuevo cambia el paisaje sentimental. Hay una inversión de los papeles sociales. Las mujeres se ocupan de las cuestiones económicas, pescan, tejen, comercian, administran el dinero, mientras los hombres viven para el arte y el espectáculo. Las mujeres los tratan con amabilidad, tolerancia y aprecio… Como son las dueñas del dinero obsequian y regalan a sus maridos, a cambio de languidecientes miradas y suaves palabras… El interior de una casa tchambuli muestra a ojos vistas su organización social. Las mujeres firmemente instaladas en el centro de la habitación, mientras que los hombres se sitúan junto a las paredes, cerca de las puertas, con un pie en la escalera, sintiéndose poco queridos, apenas tolerados, y dispuestos siempre a refugiarse en la casa de los hombres, donde preparan su propia comida, recogen su leña, viven como solteros en un estado de mutua desconfianza y de común incomodidad.
miércoles, 18 de febrero de 2009
!Ánimo, ya queda menos!
Estimados alumnos:
En esta ocasión, me pongo en contacto con vosotros para saber cómo os va.
Antes de que mi compañero Samuel me pusiera el contador de vivistas ignoraba si alguien leía lo que estaba escribiendo. Sin embargo, no sé si os está sirviendo de ayuda. Por ello, os agradecería que, a través de este blog, me manifestáseis vuestra opinión. Por ejemplo, si desearíais otro tipo de información o que os indicara distintas formas de presentar el debate, cómo se podría matizar el "sí" o el "no" a la pregunta del debate, etc.
Espero vuestra participación. Un saludo.
Conrado Herrero
En esta ocasión, me pongo en contacto con vosotros para saber cómo os va.
Antes de que mi compañero Samuel me pusiera el contador de vivistas ignoraba si alguien leía lo que estaba escribiendo. Sin embargo, no sé si os está sirviendo de ayuda. Por ello, os agradecería que, a través de este blog, me manifestáseis vuestra opinión. Por ejemplo, si desearíais otro tipo de información o que os indicara distintas formas de presentar el debate, cómo se podría matizar el "sí" o el "no" a la pregunta del debate, etc.
Espero vuestra participación. Un saludo.
Conrado Herrero
lunes, 16 de febrero de 2009
8. Un alto en el camino
Creo que ha llegado el momento de hacer un resumen de lo que, hasta ahora, se ha escrito en este blog.
En el primer documento, aclaraba cuál es el objeto del debate, cuyo título es ¿Somos iguales los hombres y las mujeres? Hubiera sido más claro plantearlo de la siguiente forma: ¿somos iguales los hombres y las mujeres o somos diferentes? Como un grupo tiene que defender el “sí” y el otro el “no”, lo dejamos tal como hasta ahora lo hemos venido planteando. Lo importante aquí es la distinción entre lo que serían diferencias naturales y diferencias culturales. (Os recomiendo si alguien no lo tiene claro que lea este primer documento).
El breve texto de J. S. Mill (documento nº 2) , echa la culpa de la “inferioridad” de la mujer a la falta de libertad para autodirigirse. Si la mujer –dice Mill- hubiera gozado de la misma libertad que el varón, “… no habría ninguna diferencia importante, o incluso ninguna diferencia en absoluto en su carácter y aptitudes”
El documento 3 (Kant), por el contrario, pone el énfasis en las diferencias entre el hombre y la mujer. Deja bien claro que, a su juicio, estas diferencias no son culturales sino naturales. Precisamente, la educación ha de tener en cuenta estas diferencias para que cada sexo reciba lo que sus respectivas naturalezas demandan. Las cualidades propias son la inteligencia , lo profundo, la seriedad, lo sublime, en el varón; y el gusto , la ternura, la delicadeza, lo bello, en la mujer. Esta oposición es la causa de la atracción entre los sexos y tiene como finalidad formar “una persona moral única”.
Montserrat Roig (el documento que debiera tener el nº 4) critica a una buena parte de los científicos por verter sobre sus investigaciones sus prejuicios machistas. De una u otra manera, llegaron a la conclusión de la inferioridad intelectual de la mujer con respecto al varón. En ellas, decían algunos, domina el sentimiento frente a la razón. No todos los científicos han pensado de igual manera. Para este grupo, lo único diferente en nosotros es la fisiología. Cita los trabajos de la famosa antropóloga Margaret Mead que descubrió que en otras culturas las mujeres tenían un comportamiento similar al del hombre occidental.
“También cambian los hombres” (documento 5) es el título que puse a un artículo (que, por cierto está, en parte, repetido) de un diario de Tucumán. En él se describe a un nuevo hombre: cuida de los niños y comparte las tareas del hogar, manifiesta sus sentimientos, llora, cuida de su salud, acude al gimnasio, usa productos de belleza y se anima a ir al quirófano para mejorar su estética.
Una feminista (Mariví González) no está de acuerdo con que escribiera que de igual manera que la mujer se ha ido masculinizando, el hombre se ha ido feminizando. Con ello quiero decir que los roles masculino y femenino se han ido acercando, no sólo en las tareas del hogar o profesionales , sino en la conductas y la expresión de los sentimientos.
“Guapas, cariñosas…” (documento 6) . Si en el documento anterior hablábamos de un nuevo hombre, aquí parce que se retrocede al hombre tradicional. Un hombre que estaría asustado ante una nueva mujer competitiva, independiente, exigente, segura de sí misma… (¿os dais cuenta de que estos rasgos formaban parte del rol hombre?) Y algunos hombres, “¿añorantes de los viejos buenos tiempos del dominio total? (se pregunta el autor del artículo) lo que quieren son mujeres sumisas y complacientes de otras culturas.
Del último documento, hasta ahora, lo que resaltaría es la afirmación de que somos andróginos (¡qué mal suena!), lo que la autora presenta como un ideal : la posibilidad de alcanzar las dos partes de la propia personalidad, masculina y femenina. Sin embargo, Friedan afirma su convicción de que hombres y mujeres somos diferentes.
Creo que ha llegado el momento de hacer un resumen de lo que, hasta ahora, se ha escrito en este blog.
En el primer documento, aclaraba cuál es el objeto del debate, cuyo título es ¿Somos iguales los hombres y las mujeres? Hubiera sido más claro plantearlo de la siguiente forma: ¿somos iguales los hombres y las mujeres o somos diferentes? Como un grupo tiene que defender el “sí” y el otro el “no”, lo dejamos tal como hasta ahora lo hemos venido planteando. Lo importante aquí es la distinción entre lo que serían diferencias naturales y diferencias culturales. (Os recomiendo si alguien no lo tiene claro que lea este primer documento).
El breve texto de J. S. Mill (documento nº 2) , echa la culpa de la “inferioridad” de la mujer a la falta de libertad para autodirigirse. Si la mujer –dice Mill- hubiera gozado de la misma libertad que el varón, “… no habría ninguna diferencia importante, o incluso ninguna diferencia en absoluto en su carácter y aptitudes”
El documento 3 (Kant), por el contrario, pone el énfasis en las diferencias entre el hombre y la mujer. Deja bien claro que, a su juicio, estas diferencias no son culturales sino naturales. Precisamente, la educación ha de tener en cuenta estas diferencias para que cada sexo reciba lo que sus respectivas naturalezas demandan. Las cualidades propias son la inteligencia , lo profundo, la seriedad, lo sublime, en el varón; y el gusto , la ternura, la delicadeza, lo bello, en la mujer. Esta oposición es la causa de la atracción entre los sexos y tiene como finalidad formar “una persona moral única”.
Montserrat Roig (el documento que debiera tener el nº 4) critica a una buena parte de los científicos por verter sobre sus investigaciones sus prejuicios machistas. De una u otra manera, llegaron a la conclusión de la inferioridad intelectual de la mujer con respecto al varón. En ellas, decían algunos, domina el sentimiento frente a la razón. No todos los científicos han pensado de igual manera. Para este grupo, lo único diferente en nosotros es la fisiología. Cita los trabajos de la famosa antropóloga Margaret Mead que descubrió que en otras culturas las mujeres tenían un comportamiento similar al del hombre occidental.
“También cambian los hombres” (documento 5) es el título que puse a un artículo (que, por cierto está, en parte, repetido) de un diario de Tucumán. En él se describe a un nuevo hombre: cuida de los niños y comparte las tareas del hogar, manifiesta sus sentimientos, llora, cuida de su salud, acude al gimnasio, usa productos de belleza y se anima a ir al quirófano para mejorar su estética.
Una feminista (Mariví González) no está de acuerdo con que escribiera que de igual manera que la mujer se ha ido masculinizando, el hombre se ha ido feminizando. Con ello quiero decir que los roles masculino y femenino se han ido acercando, no sólo en las tareas del hogar o profesionales , sino en la conductas y la expresión de los sentimientos.
“Guapas, cariñosas…” (documento 6) . Si en el documento anterior hablábamos de un nuevo hombre, aquí parce que se retrocede al hombre tradicional. Un hombre que estaría asustado ante una nueva mujer competitiva, independiente, exigente, segura de sí misma… (¿os dais cuenta de que estos rasgos formaban parte del rol hombre?) Y algunos hombres, “¿añorantes de los viejos buenos tiempos del dominio total? (se pregunta el autor del artículo) lo que quieren son mujeres sumisas y complacientes de otras culturas.
Del último documento, hasta ahora, lo que resaltaría es la afirmación de que somos andróginos (¡qué mal suena!), lo que la autora presenta como un ideal : la posibilidad de alcanzar las dos partes de la propia personalidad, masculina y femenina. Sin embargo, Friedan afirma su convicción de que hombres y mujeres somos diferentes.
viernes, 13 de febrero de 2009
Entrevista a Betty Friedam
(“El País”, 9 de septiembre de 1994)
Os reproduzco una parte de una entrevista , realizada a Betty Friedam que fue una figura central del movimiento feminista estadounidense. Tenía, entonces, 72 años. Y a Elisabeth Badinter, escritora e intelectual francesa.
Pregunta: ¿Deberían las mujeres resaltar sus diferencias con los hombres o sus similitudes?
E. B. La cuestión no es que las mujeres imiten a los hombres sino que compartan la vida familiar y laboral con ellos. Mi generación dio el primer paso. Finalmente, somos capaces de expresarnos de forma viril. Durante mucho tiempo, las mujeres no fueron capaces de hablar así. Era imposible conseguir algo sin esa faceta de la lucha. La generación de mi hija, mujeres de menos de 30 años, está comenzando a recuperar su feminidad sin abandonar el privilegio de demostrar su virilidad […] Hay dos tipos de feminismo: un feminismo diferenciador , y otro universalista que cree que las similitudes entre los sexos son mucho más importantes que sus diferencias. ¿A cuál pertenece usted?
B. F. Yo estoy por la igualdad, no porque las mujeres estén al servicio de los hombres. Pero, por otra parte, creo que no puede haber igualdad real sin reconocer ciertas diferencias. Las mujeres deben ser capaces tanto de expresar su agresividad como su ternura y de alimentar su faceta femenina […] Creo que estamos entrando en una etapa igualitaria que exige una visión más compleja de las personalidades masculina y femenina.
Pregunta: ¿Creen que vamos a entrar en un siglo XXI en el que los valores femeninos serán preeminentes?
E. B. No tanto para los hombres como para las mujeres, el siglo próximo se concentrará en alcanzar la androginia, esto es, la posibilidad de expresar las dos partes de la propia personalidad. Creo, como Freud y otros , que el ser humano es psíquicamente bisexual, masculino femenino. Según las circunstancias de la vida, pones en funcionamiento tu feminidad (en la maternidad o en las relaciones sociales) o tu masculinidad (cuando ejerces el poder). No será un siglo femenino.
B. F. Estoy de acuerdo, aunque no me guste la palabra androginia, que suena tan asexuada.
Estamos avanzando hacia una afirmación maravillosamente diversa de fuerza y vulnerabilidades, y de diferencias y similitudes de hombres y mujeres. Es una liberación maravillosa tanto para los hombres como para las mujeres. Nunca he creído que deba existir una contradicción entre feminismo y feminidad. Los expertos masculinos no me pueden decir qué es la feminidad. La feminidad es lo que yo soy y todo lo que yo soy. También los hombres necesitan liberarse de la máscara de hierro del machismo quizá más aún que las mujeres porque no pueden vivir así en nuestros tiempos. Los hombres han sido educados de acuerdo con la definición machista de la dominación masculina, la supresión de los sentimientos, sus resultados en la carrera de la competitividad, y su habilidad para evitar someterse.
Pregunta: Me pregunto si avanzamos hacia una era en la que habrá cooperación entre hombres y mujeres o, al revés, enfrentamiento.Entrevista a Betty Friedam
(“El País”, 9 de septiembre de 1994)
Os reproduzco una parte de una entrevista , realizada a Betty Friedam que fue una figura central del movimiento feminista estadounidense. Tenía, entonces, 72 años. Y a Elisabeth Badinter, escritora e intelectual francesa.
Pregunta: ¿Deberían las mujeres resaltar sus diferencias con los hombres o sus similitudes?
E. B. La cuestión no es que las mujeres imiten a los hombres sino que compartan la vida familiar y laboral con ellos. Mi generación dio el primer paso. Finalmente, somos capaces de expresarnos de forma viril. Durante mucho tiempo, las mujeres no fueron capaces de hablar así. Era imposible conseguir algo sin esa faceta de la lucha. La generación de mi hija, mujeres de menos de 30 años, está comenzando a recuperar su feminidad sin abandonar el privilegio de demostrar su virilidad […] Hay dos tipos de feminismo: un feminismo diferenciador , y otro universalista que cree que las similitudes entre los sexos son mucho más importantes que sus diferencias. ¿A cuál pertenece usted?
B. F. Yo estoy por la igualdad, no porque las mujeres estén al servicio de los hombres. Pero, por otra parte, creo que no puede haber igualdad real sin reconocer ciertas diferencias. Las mujeres deben ser capaces tanto de expresar su agresividad como su ternura y de alimentar su faceta femenina […] Creo que estamos entrando en una etapa igualitaria que exige una visión más compleja de las personalidades masculina y femenina.
Pregunta: ¿Creen que vamos a entrar en un siglo XXI en el que los valores femeninos serán preeminentes?
E. B. No tanto para los hombres como para las mujeres, el siglo próximo se concentrará en alcanzar la androginia, esto es, la posibilidad de expresar las dos partes de la propia personalidad. Creo, como Freud y otros , que el ser humano es psíquicamente bisexual, masculino femenino. Según las circunstancias de la vida, pones en funcionamiento tu feminidad (en la maternidad o en las relaciones sociales) o tu masculinidad (cuando ejerces el poder). No será un siglo femenino.
B. F. Estoy de acuerdo, aunque no me guste la palabra androginia, que suena tan asexuada. Estamos avanzando hacia una afirmación maravillosamente diversa de fuerza y vulnerabilidades, y de diferencias y similitudes de hombres y mujeres. Es una liberación maravillosa tanto para los hombres como para las mujeres. Nunca he creído que deba existir una contradicción entre feminismo y feminidad. Los expertos masculinos no me pueden decir qué es la feminidad. La feminidad es lo que yo soy y todo lo que yo soy. También los hombres necesitan liberarse de la máscara de hierro del machismo quizá más aún que las mujeres porque no pueden vivir así en nuestros tiempos. Los hombres han sido educados de acuerdo con la definición machista de la dominación masculina, la supresión de los sentimientos, sus resultados en la carrera de la competitividad, y su habilidad para evitar someterse.
Pregunta: Me pregunto si avanzamos hacia una era en la que habrá cooperación entre hombres y mujeres o, al revés, enfrentamiento.
B. F. La próxima etapa no es de mujeres contra hombres. Tenemos que movernos hacia una visión más amplia del bien común, superando las definiciones restringidas de la cultura de la ambición, de los beneficios, del éxito, de una juventud obsesionada por la sexualidad.[…]
E. B. A la larga, soy optimista. Las mujeres nunca renunciarán a lo que les ha costado 30 años conseguir. Todo el problema reside en convencer a los hombres para que sigan avanzando por el sendero de la igualdad sin romper las negociaciones. Nuestra sociedad, finalmente, aceptará que el hombre el igual a la mujer, en la familia y en el lugar de trabajo.
B. F. La próxima etapa no es de mujeres contra hombres. Tenemos que movernos hacia una visión más amplia del bien común, superando las definiciones restringidas de la cultura de la ambición, de los beneficios, del éxito, de una juventud obsesionada por la sexualidad.[…]
E. B. A la larga, soy optimista. Las mujeres nunca renunciarán a lo que les ha costado 30 años conseguir. Todo el problema reside en convencer a los hombres para que sigan avanzando por el sendero de la igualdad sin romper las negociaciones. Nuestra sociedad, finalmente, aceptará que el hombre el igual a la mujer, en la familia y en el lugar de trabajo.
(“El País”, 9 de septiembre de 1994)
Os reproduzco una parte de una entrevista , realizada a Betty Friedam que fue una figura central del movimiento feminista estadounidense. Tenía, entonces, 72 años. Y a Elisabeth Badinter, escritora e intelectual francesa.
Pregunta: ¿Deberían las mujeres resaltar sus diferencias con los hombres o sus similitudes?
E. B. La cuestión no es que las mujeres imiten a los hombres sino que compartan la vida familiar y laboral con ellos. Mi generación dio el primer paso. Finalmente, somos capaces de expresarnos de forma viril. Durante mucho tiempo, las mujeres no fueron capaces de hablar así. Era imposible conseguir algo sin esa faceta de la lucha. La generación de mi hija, mujeres de menos de 30 años, está comenzando a recuperar su feminidad sin abandonar el privilegio de demostrar su virilidad […] Hay dos tipos de feminismo: un feminismo diferenciador , y otro universalista que cree que las similitudes entre los sexos son mucho más importantes que sus diferencias. ¿A cuál pertenece usted?
B. F. Yo estoy por la igualdad, no porque las mujeres estén al servicio de los hombres. Pero, por otra parte, creo que no puede haber igualdad real sin reconocer ciertas diferencias. Las mujeres deben ser capaces tanto de expresar su agresividad como su ternura y de alimentar su faceta femenina […] Creo que estamos entrando en una etapa igualitaria que exige una visión más compleja de las personalidades masculina y femenina.
Pregunta: ¿Creen que vamos a entrar en un siglo XXI en el que los valores femeninos serán preeminentes?
E. B. No tanto para los hombres como para las mujeres, el siglo próximo se concentrará en alcanzar la androginia, esto es, la posibilidad de expresar las dos partes de la propia personalidad. Creo, como Freud y otros , que el ser humano es psíquicamente bisexual, masculino femenino. Según las circunstancias de la vida, pones en funcionamiento tu feminidad (en la maternidad o en las relaciones sociales) o tu masculinidad (cuando ejerces el poder). No será un siglo femenino.
B. F. Estoy de acuerdo, aunque no me guste la palabra androginia, que suena tan asexuada.
Estamos avanzando hacia una afirmación maravillosamente diversa de fuerza y vulnerabilidades, y de diferencias y similitudes de hombres y mujeres. Es una liberación maravillosa tanto para los hombres como para las mujeres. Nunca he creído que deba existir una contradicción entre feminismo y feminidad. Los expertos masculinos no me pueden decir qué es la feminidad. La feminidad es lo que yo soy y todo lo que yo soy. También los hombres necesitan liberarse de la máscara de hierro del machismo quizá más aún que las mujeres porque no pueden vivir así en nuestros tiempos. Los hombres han sido educados de acuerdo con la definición machista de la dominación masculina, la supresión de los sentimientos, sus resultados en la carrera de la competitividad, y su habilidad para evitar someterse.
Pregunta: Me pregunto si avanzamos hacia una era en la que habrá cooperación entre hombres y mujeres o, al revés, enfrentamiento.Entrevista a Betty Friedam
(“El País”, 9 de septiembre de 1994)
Os reproduzco una parte de una entrevista , realizada a Betty Friedam que fue una figura central del movimiento feminista estadounidense. Tenía, entonces, 72 años. Y a Elisabeth Badinter, escritora e intelectual francesa.
Pregunta: ¿Deberían las mujeres resaltar sus diferencias con los hombres o sus similitudes?
E. B. La cuestión no es que las mujeres imiten a los hombres sino que compartan la vida familiar y laboral con ellos. Mi generación dio el primer paso. Finalmente, somos capaces de expresarnos de forma viril. Durante mucho tiempo, las mujeres no fueron capaces de hablar así. Era imposible conseguir algo sin esa faceta de la lucha. La generación de mi hija, mujeres de menos de 30 años, está comenzando a recuperar su feminidad sin abandonar el privilegio de demostrar su virilidad […] Hay dos tipos de feminismo: un feminismo diferenciador , y otro universalista que cree que las similitudes entre los sexos son mucho más importantes que sus diferencias. ¿A cuál pertenece usted?
B. F. Yo estoy por la igualdad, no porque las mujeres estén al servicio de los hombres. Pero, por otra parte, creo que no puede haber igualdad real sin reconocer ciertas diferencias. Las mujeres deben ser capaces tanto de expresar su agresividad como su ternura y de alimentar su faceta femenina […] Creo que estamos entrando en una etapa igualitaria que exige una visión más compleja de las personalidades masculina y femenina.
Pregunta: ¿Creen que vamos a entrar en un siglo XXI en el que los valores femeninos serán preeminentes?
E. B. No tanto para los hombres como para las mujeres, el siglo próximo se concentrará en alcanzar la androginia, esto es, la posibilidad de expresar las dos partes de la propia personalidad. Creo, como Freud y otros , que el ser humano es psíquicamente bisexual, masculino femenino. Según las circunstancias de la vida, pones en funcionamiento tu feminidad (en la maternidad o en las relaciones sociales) o tu masculinidad (cuando ejerces el poder). No será un siglo femenino.
B. F. Estoy de acuerdo, aunque no me guste la palabra androginia, que suena tan asexuada. Estamos avanzando hacia una afirmación maravillosamente diversa de fuerza y vulnerabilidades, y de diferencias y similitudes de hombres y mujeres. Es una liberación maravillosa tanto para los hombres como para las mujeres. Nunca he creído que deba existir una contradicción entre feminismo y feminidad. Los expertos masculinos no me pueden decir qué es la feminidad. La feminidad es lo que yo soy y todo lo que yo soy. También los hombres necesitan liberarse de la máscara de hierro del machismo quizá más aún que las mujeres porque no pueden vivir así en nuestros tiempos. Los hombres han sido educados de acuerdo con la definición machista de la dominación masculina, la supresión de los sentimientos, sus resultados en la carrera de la competitividad, y su habilidad para evitar someterse.
Pregunta: Me pregunto si avanzamos hacia una era en la que habrá cooperación entre hombres y mujeres o, al revés, enfrentamiento.
B. F. La próxima etapa no es de mujeres contra hombres. Tenemos que movernos hacia una visión más amplia del bien común, superando las definiciones restringidas de la cultura de la ambición, de los beneficios, del éxito, de una juventud obsesionada por la sexualidad.[…]
E. B. A la larga, soy optimista. Las mujeres nunca renunciarán a lo que les ha costado 30 años conseguir. Todo el problema reside en convencer a los hombres para que sigan avanzando por el sendero de la igualdad sin romper las negociaciones. Nuestra sociedad, finalmente, aceptará que el hombre el igual a la mujer, en la familia y en el lugar de trabajo.
B. F. La próxima etapa no es de mujeres contra hombres. Tenemos que movernos hacia una visión más amplia del bien común, superando las definiciones restringidas de la cultura de la ambición, de los beneficios, del éxito, de una juventud obsesionada por la sexualidad.[…]
E. B. A la larga, soy optimista. Las mujeres nunca renunciarán a lo que les ha costado 30 años conseguir. Todo el problema reside en convencer a los hombres para que sigan avanzando por el sendero de la igualdad sin romper las negociaciones. Nuestra sociedad, finalmente, aceptará que el hombre el igual a la mujer, en la familia y en el lugar de trabajo.
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